domingo, 13 de octubre de 2013

El Descenso

La fuerte vida militar, el frio y el calor de las extensas travesías por lugares en donde escaseaba el agua limpia y la comida; las fuertes situaciones que tuvo que afrontar lo llevaron al deterioro de su salud corporal y emocional. -Mi pobre Simón, Mi pobre Bolívar que era delgado, perdió más peso del que tenía, pálido y con los ojos tristes por el malestar que le causaban las altas fiebres; aun trataba de mantenerse erguido; aunque las dolencias lo agobiaban, continuaba al tanto de sus preocupaciones, se mantenía ocupado en escribir y leer las cartas que recibía constantemente. Estando en Pativilca, al norte de la ciudad de Lima, se enteró de que su querido maestro de infancia Simón Rodríguez se encontraba en Colombia; le escribe una carta invitándolo a visitarlo. En su viaje de visita Simón Rodríguez se encuentra con un Bolívar demacrado, con la voz débil y aspecto cadavérico, al que le pregunta qué piensa hacer ante su débil estado de salud. La respuesta de Bolívar no se hizo esperar: Triunfar!... la enfermedad me ha arrebato el cuerpo, pero jamás la voluntad de mi alma.

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