domingo, 6 de octubre de 2013

La muerte de sus padres

Cierto día la señora María de la Concepción Palacios de Bolívar se encontraba, sentada en la sala de su casa. Con voz suave, pidió a los niños hacer silencio y no formar alboroto en la casa, pues su esposo estaba muy delicado de salud. El médico de la familia visitaba y cuidaba diariamente de la enfermedad del señor Juan Vicente. La hermana mayor de Simón, la niña María Antonia decidió preguntar que dolencia tenía su padre; el medico con un gesto desalentador respondió: -No te preocupes tu padre se pondrá bien, ya verás que si- ella no muy convencida y con los ojos aguados, dijo en voz baja a sus hermanos: -Papá está muriendo…- Y así fue, su padre estaba muriendo de verdad. El 19 de Enero de 1789, Doña Concepción reunió a sus hijos, los sentó junto a ella; los besó y mirándolos con los ojos llenos de lágrimas les dijo: -Mis niños, papá ha muerto se ha ido al cielo; desde ahora yo los amare mucho más de lo que ya los amo-.


La tristeza invadió el joven corazón de Simón con la muerte repentina de su padre a la edad de 60 años, tras padecer de tuberculosis. Toda la familia se vistió de luto, amigos y familiares se reunieron alrededor del féretro acompañando a la desconsolada familia. El único consuelo que Simoncito tenía, era el amor de su querida madre quien fue designada por su esposo como tutora de sus hijos, quienes heredaron una importante fortuna. Viuda a la corta edad de 20 años, Doña Concepción tuvo que tomar las riendas de su casa y su familia, y continuar con los negocios de su esposo; entre ellos la fábrica “Quinta de la cuadra del Guiare” que dejó sin terminar y que por herencia le correspondió a Simón.

El amor de su madre, ayudo al joven Simón a superar el duelo. En 1790, Simón realizó su confirmación, a la edad de siete años; el señor Esteban Palacios y Sojo Blanco su tío, fue el padrino quien se convirtió en su segundo padre; las continuas demostraciones de amor por su huérfano sobrino, formaron en el corazón de Bolívar un inmenso cariño hacia su querido tío.

Doña Concepción había respondido de manera eficiente a las responsabilidades en el manejo de los negocios familiares y las haciendas ubicadas en San Mateo, los Valles de Aragua y otras zonas aledañas. Todo marchaba de manera esplendida, pero su salud empezó a decaer al contagiarse de tuberculosis; aunque se mantuvo fuerte, su estado de salud agravó; entonces decidió realizar su testamento. El 29 de junio de 1792, día de la celebración de San Pedro, estaba segura de que su muerte no tardaría; mandó a reunir a sus familiares cercanos para anunciar el estado de su enfermedad. La mañana del 6 de julio de 1792 a las 11:30 fue llamada por Dios, dejando a sus hijos en profunda tristeza.


A los nueve años “Mi pobre Simón” quedó huérfano, sin padres que lo mimaran, pero con un inmensa fortuna para él, su hermano Juan Vicente y sus dos hermanas María Antonia y Juana. Doña Concepción había designado en su testamento que sus niños deberían quedar bajo la custodia de su abuelo materno Don Feliciano Palacios, quien tenía todas las intenciones de brindarle un futuro prometedor a sus nietos. El abuelo Feliciano preocupado por darle seguridad a su nieto decidió consultar a Simón con quien le gustaría vivir si algo llegara a sucederle; a lo cual Simón respondió que desearía vivir con su tío Esteban Palacios y Blanco quien se encontraba en España. En diciembre de 1793, tras la muerte de su abuelo, el joven Simón queda a cargo de sus tías Josefa y María Ignacia quienes lo cuidarían hasta la llegada su nuevo tutor.

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