martes, 8 de octubre de 2013

Un nuevo comienzo

Simón no logró acostumbrarse a la convivencia con su tío Carlos; al enterarse de la intención que tenía de enviarlo a vivir junto a su maestro Simón Rodríguez, se llenó de valor y aprovechando su ausencia huyo a casa de su hermana Mayor quien ya se encontraba casada con Don Pablo de Clemente y Francia. María Antonia y su esposo obtuvieron la autorización provisional para mantener el niño en casa, le brindaron protección durante un tiempo hasta que el tío Carlos al regresar hizo ejercer sus derechos ante la Real Audiencia, declarando que su sobrino era desaplicado y desobediente a pesar del buen trato que le había sido dado. María Antonia estaba en desacuerdo y veía en su hermano un niño obediente y aplicado, que sabía leer y escribir. Finalmente, la Real Audiencia falló a favor de Don Carlos Palacios y Simón fue obligado por la ley a volver a casa de su tío. Mostrando la fuerza de su carácter, el niño se niega rotundamente a regresar; sus palabras quedaron registradas en el expediente del juicio; en ellas expresa su voluntad y carácter: “De mis bienes podrán disponer, pero no de mi persona, pues en esta solo mando yo”.




Al regresar a casa de su hermana, Simón se rehusó a salir de ella (-Yo también lo hubiera hecho-) no hubo palabras que lo convencieran de ir nuevamente a vivir con su tío. Al pretender llevarse al niño por la fuerza, se formó un gran alboroto; el niño Simón se aferró a Don Pablo, el esposo de María Antonia, para evitar que se lo llevaran. Su otro tío Don Feliciano, golpeo al niño al tratar de obligarlo; ante éste hecho Don Pablo reacciono haciéndole un reclamo. Don Feliciano se enojó aún más y desenfundo la espada. Don Carlos Palacios ante la gravedad de la situación ordenó a un esclavo retirar al niño y llevarlo a casa de Don Simón Rodríguez. Así terminó este insólito episodio.

El maestro Simón Rodríguez renunció a la escuela pública y se dedicó a continuar con la educación de Simón preparándolo para un futuro brillante, con ideas nuevas que tocaron a fondo el corazón del infante y lo forjaron para ser un gran hombre y ante todo un líder. El trabajo del maestro sería reconocido años más tarde cuando en una carta de agradecimiento, le escribiría estas sentidas líneas: 



"Usted formó mi corazón para la libertad,
Para la grandeza, para lo hermoso;
Yo he seguido, el sendero que usted me señaló”.

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