Simón como todos los niños de su época creció en los brazos de su esclava Hipólita, quien lo amaba y consentía como una verdadera madre, ella y la negra Matea se encargaron de cuidarlo y alimentarlo con su leche materna, el alimento primario en la vida de un recién nacido. En sus ratos libres Simón jugaba con sus hermanos y amigos en el amplio jardín de la casa, al palito mantequillero, la gallinita ciega, el gárgaro malojo, el escondite y escuchaba cuentos y leyendas que le contaba su nana la negra Matea. Allí mismo, al aire libre, respirando el aroma y la frescura de la naturaleza recibía de sus maestros las primeras enseñanzas. Al igual que sus tres hermanos mayores, María Antonia, Juana Nepomucena, y Juan Vicente, disfrutaba los días que pasaba en la hacienda, y especialmente los paseos por los valles de Aragua en la población de San Mateo. La naturaleza y los animales eran uno de sus gustos y placeres de su alma infantil.
Desde pequeño Simón fue un líder; aun siendo el menor tomaba sus propias decisiones, solía pasar bastante tiempo junto a los esclavos y mestizos que trabajaban en las plantaciones; se divertida jugando al trompo, escalando árboles, bañándose en el rio junto a ellos. A la edad de 8 años después de varios días de entrenamiento y se convirtió en un inigualable jinete.
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